El cuidado del medio ambiente y la economía individual nos conducen a buscar ahorrar en distintos aspectos cotidianos, aunque sin menguar el confort de nuestro estilo de vida. El ahorro de energía eléctrica, por ejemplo, incide directamente en el importe de la factura de la luz. Básicamente, el gasto energético está determinado por tres elementos principales, como son el nivel de consumo, la tarifa eléctrica y la potencia contratada. En este artículo se valorarán los factores destinados a definir la potencia necesaria en un punto de suministro, en función de sus hábitos de consumo.
¿Qué representa la potencia contratada exactamente?
La potencia disponible en una instalación eléctrica es la cantidad de kilovatios o kW que se puede demandar la red eléctrica de una casa, oficina, local comercial o industria. Dicha demanda deriva de los kW que necesitan los distintos aparatos eléctricos o electrónicos para funcionar. Cuanta mayor sea la potencia contratada, más electrodomésticos o artilugios electrónicos se podrán encender y utilizar simultáneamente.
Un claro ejemplo a nivel doméstico explica cómo funciona la potencia que una casa tiene contratada. Si se enciende la calefacción eléctrica, se pone una lavadora y se utiliza el horno eléctrico, la demanda de potencia oscila entre 4 y 6,9 kW, aproximadamente. Cuando, en este caso, “saltan los plomos” y se produce un apagón general en la vivienda, eso significa que la potencia contratada es menor a la exigida, y no se podrá volver a encender la llave general si no se apaga al menos uno de los electrodomésticos en funcionamiento.
Aspectos de interés a la hora de contratar la potencia
En primer lugar, cabe aclarar que cuanto más baja sea la potencia contratada, menor es el importe de los costos fijos de la factura de la luz. Sin embargo, bajar la potencia no es siempre un sinónimo de obtener un beneficio económico. De hecho, podría llegar a tener un efecto contrario.
El factor de mayor peso a la hora de contratar la potencia eléctrica es el número y las características de los electrodomésticos y aparatos electrónicos que se utilizarán. Por eso, la potencia a contratar es relativamente independiente del tamaño de la casa, ya que una gran residencia podría disponer de calefacción y/o agua caliente procedentes de una instalación de paneles solares, por ejemplo, y utilizar los mismos electrodomésticos que un apartamento pequeño.
Ante la contratación de una determinada potencia y sus posibles variaciones posteriores, es importante observar las siguientes consideraciones:
- A más nivel de potencia contratada, mayores serán los costos fijos mensuales en la factura de la luz.
- Reducir una potencia excesiva puede suponer un ahorro de unos 50 euros al año por cada kW que se baje.
- Existe un límite para subir la potencia contratada, y éste depende de la capacidad de la instalación eléctrica de la vivienda o local.
- El consumidor decide si bajar o subir la potencia y el momento en el cual desea hacerlo, aunque hay que tener en cuenta que la distribuidora sólo está obligada a realizar un único cambio en el período de un año.
- Reducir la potencia contratada implica un costo asequible, mientras que subirla resulta más costoso, como se verá más adelante.
- Bajar la potencia contratada puede ocasionar molestos inconvenientes si, al llevar el estilo de vida habitual, resulta que la nueva potencia elegida es deficiente. Y volver a subirla haría esfumarse el ahorro que se hubiera obtenido, e incluso derivar en una pérdida de dinero.
¿Cómo controlar si la potencia contratada es excesiva o deficiente?
Existe una prueba muy simple para saber si la potencia contratada es superior a la necesaria, condición que conlleva un pago extra mensual que se podría evitar. Todo lo que hay que hacer es encender absolutamente todos los aparatos de alimentación eléctrica de la casa, incluso calefactores, aire acondicionado, todos los electrodomésticos de la cocina, luces y hasta la aspiradora. Si el interruptor de control de potencia ICP del cuadro eléctrico no salta para cortar la corriente eléctrica por exceso de demanda, es muy probable que la potencia se pueda bajar para ahorrar en la factura de la luz, sin perjudicar el estilo de vida habitual de la casa.
Para deducir cuál es la potencia ideal a contratar, es necesario calcular el máximo de kW que se va a demandar a la red al mismo tiempo. Algunas acciones cotidianas se pueden organizar de manera diferente sin problemas. Por ejemplo, dejar de poner la lavadora cuando se está utilizando el horno. Sin embargo, hay situaciones que no se pueden cambiar. Por ejemplo, si para disfrutar de una temperatura agradable es imprescindible poner la calefacción eléctrica o el aire acondicionado aún cuando haya que encender el horno.
La manera de calcular la potencia que se va a necesitar es definir la potencia más alta que se le va a exigir a la instalación eléctrica. Hay que tener en cuenta los siguientes datos aproximados con respecto a los kW que demanda cada aparato al encenderlo:
- Calefacción eléctrica: 1 – 2,5 kW.
- Horno: 1,5 – 2,2 kW.
- Placa vitrocerámica: 0,9 – 2 kW.
- Lavadora: 1,5 – 2,2 kW.
- Lavavajillas: 1,5 – 2,2 kW.
- Un split de aire acondicionado: 0,9 – 2 kW.
- Microondas: 0,9 – 1,5 kW.
- Frigorífico: 0,25 – 0,35 kW.
- Televisor: 0,15 – 0,4 kW.
Para determinar el nivel de potencia a contratar es imprescindible definir el factor de simultaneidad, que se obtiene mediante un cálculo más sencillo de lo que puede parecer.
Factor de simultaneidad
Para calcularlo hay que considerar los siguientes factores:
- La potencia máxima de la instalación eléctrica. Figura en el boletín eléctrico o Certificado de Instalación Eléctrica CIE de la vivienda.
- La suma de las potencias que demandan todos los aparatos conectados a la instalación, inclusive las bombillas de la iluminación. En realidad, esta suma no es necesariamente de todos los electrodomésticos, ya que no se va a encender la calefacción y el aire acondicionado al mismo tiempo, por ejemplo. Además, se puede adaptar a cada situación, es decir, tal vez se enciendan el lavavajillas y la lavadora sólo por la noche, por ejemplo, cuando otros electrodomésticos se encuentran apagados.
El factor de simultaneidad resulta de dividir el valor del punto 1 entre el valor del punto 2. En una situación ideal, el resultado de esta operación debería ser 1, ya que demuestra un equilibrio perfecto entre potencia contratada y consumo. Si se advierte que el resultado supera bastante a 1, es un indicio de que la potencia es excesiva y se podría bajar.
¿Cuál es el costo de adaptar la potencia al consumo?
En el caso de que los cálculos demuestren que los parámetros potencia contratada y consumo se encuentren en equilibrio, punto más o menos, no hay necesidad de realizar cambio alguno. Si, por el contrario, no existe armonía entre ellos, habrá que afrontar un costo por la bajada o subida de la potencia contratada:
- Bajar la potencia cuesta 9,04€ + IVA, y se refleja en la factura como “derechos de enganche”.
- Subir la potencia cuesta un máximo de (9,04€ + IVA) + (Número de kW subidos x 44,86€) Por ejemplo, si se van a subir 2 kW, el costo de la operación sería igual a (9,04€ + IVA) + (2 x 44,86€), es decir (9,04€ + IVA) + (89,72€). Este costo se mostrará en la factura como “derechos de extensión y de acceso”.
¿Qué ocurre si planeo adquirir un coche eléctrico?
Hoy en día no existen puntos de recarga estándares rápidos, que permitan recargar las baterías de los coches eléctricos en cuestión de minutos. Por eso, la mayor parte de los puntos de recarga se deben instalar en los hogares. En este caso se puede hablar de cargas semi-rápidas, que suelen ser en corriente alterna 11 kW o 22 kW. A 11 kW, el tiempo de carga de una batería de unos 65 kWh de capacidad sería de aproximadamente 6 horas, y a 22 kW se reduciría a 3 horas.
La mayor parte de los coches eléctricos que ofrece hoy el mercado se pueden cargar como máximo a 7,4 kW de potencia en monofásica. Por eso, una potencia contratada de 3,45 kW debería ser suficiente, incluso conectando el coche a diario o cada pocos días. Sin embargo, es recomendable apostar por contratar 4,6 kW ó 5,75 kW, para contar con algo de margen. Para ganar mayor autonomía, la mejor idea es disponer de una potencia de 6,9 kW, mediante la cual un coche de 65 kWh se recargará por completo en 9 horas y media, es decir, se conseguirían unos 30 km de autonomía por cada 40 minutos de carga, una cifra ideal para el día a día del usuario medio español, que suele realizar unos 30 km diarios con el coche.